Praxis en América Latina

Somos una organización humanista marxista conformada por un grupo de activistas-pensador@s que viven principalmente en México, pero que están abiert@s a la colaboración con compañer@s de toda América Latina

Segundo Encuentro zapatista de Mujeres que Luchan

Liberación de las mujeres y humanismo de Marx: ¿un reencuentro necesario?

De Praxis en América Latina, diciembre 2019-enero 2020

Equipo de Praxis en América Latina

En su Convocatoria al Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, a realizarse en Morelia, Chiapas, del 27 al 29 de diciembre, las zapatistas proponen un solo tema de discusión: la violencia contra las mujeres. “Y ese tema en dos partes”, explican, “una de denuncia y otra de qué vamos a hacer para parar esa masacre que nos están haciendo”. Con ello, las zapatistas apuntan a un doble ritmo en la transformación social: 1) la negación del estado actual de cosas (denuncia), y 2) la negación de esa negación, es decir, la afirmación de un nuevo tipo de relaciones sociales, donde ya no haya violencia contra las mujeres.

Agregan a continuación que dicha violencia no es espontánea, sino parte orgánica del funcionamiento del capitalismo. Más aún, las zapatistas señalan una posible conexión directa entre la violencia de género y la obtención de ganancias:

Tanto nos atacan que hasta ya parece que es un negocio del sistema. Si hay más mujeres asesinadas o desaparecidas o violadas o violentadas, entonces hay más ganancias […] el sistema sólo atiende lo que le afecta la ganancia […] Entonces pensamos que nuestras violencias que tenemos, nuestras muertes, son pues ganancia para el capitalista. Y nuestras vidas, nuestras libertades, nuestra tranquilidad, son pérdidas de dinero para el sistema.

Esta conexión, dicen las zapatistas, “habría que analizarla”. A nuestro parecer, ésta no busca “despersonalizar” la violencia, atribuyéndosela al “sistema capitalista” y quitándoles con ello responsabilidad a los individuos que ejercen efectivamente dicha violencia: familiares, parejas, compañeros de organización, etcétera. Tampoco parece referirse sólo al negocio del crimen organizado. Más bien, la conexión puede estar señalando la descomposición de todas las relaciones sociales en el capitalismo, donde “vale más un vidrio o una pared rayoneada, que la vida de una mujer”, apuntan las zapatistas. Para arrancar de raíz la violencia de género, no basta con solucionar casos individuales: hay que transformar las relaciones humanas, moldeadas hoy por el sistema capitalista.

Lo particular y lo general, lo negativo y lo afirmativo

Establecido esto, la Convocatoria vuelve sobre el punto de cómo cambiar la realidad, pero esta vez de un modo más concreto:

Entonces queremos que vengas y que digas claro tu denuncia. No para que la escuche un juez o un policía o un periodista, sino que para te escuche otra mujer, varias mujeres, muchas mujeres que luchan. Y así, compañera y hermana, tu dolor no esté solo y que se una con otros dolores. Y de tantos dolores que se unen no sale sólo un dolor muy grande, también sale una rabia que es como una semilla. Y si esa semilla se crece en organización, pues el dolor y la rabia se hacen resistencia y rebeldía, como decimos acá, y dejamos de esperar a que nos toque o no nos toque la desgracia, y nos ponemos a hacer algo, primero para detener esa violencia en contra nuestra, luego para conquistar nuestra libertad como mujeres que somos.

De la suma de los dolores particulares de cada mujer, puede reconocerse la existencia de un solo dolor, en el cual confluyen todos aquéllos: el sistema capitalista. Así, de lo particular surge lo general. Pero no sólo ello, sino que de este general negativo —es decir, de la negación de la realidad presente, la cual se manifiesta como dolor, como deseo de suprimir dicho dolor— surge lo positivo: “la rabia que es como una semilla”. Esta semilla, que es aún una posibilidad general, debe desarrollarse para poder existir verdaderamente, para florecer: “si esa semilla se crece en organización, pues el dolor y la rabia se hacen resistencia y rebeldía, como decimos acá, y dejamos de esperar a que nos toque o no nos toque la desgracia, y nos ponemos a hacer algo, primero para detener esa violencia en contra nuestra, luego para conquistar nuestra libertad como mujeres que somos”.

En este párrafo, las zapatistas sintetizan toda una metodología de transformación social, la cual conecta la negación del mundo actual con la afirmación de uno nuevo, y esta última con la necesidad de la organización, de darle forma a la “resistencia y rebeldía”.

Todo este proceso es un autoproceso, es decir, sólo puede ser llevado a cabo por los sujetos de lucha, las mujeres, y no debe ser dividido entre su primer momento (la negación) y su segundo (la afirmación de lo nuevo): “Nadie nos va a conseguir la paz, la libertad, la justicia. Tenemos que luchar, hermana y compañera, luchar y arrebatárselas al Mandón. Por eso la invitación al tema de violencia contra las mujeres no es sólo a denunciar, también a decir qué se hace o qué se hizo o qué se puede hacer para detener esos crímenes”.

Unidad y diversidad

A continuación, la Convocatoria se adentra en la relación entre unidad y diversidad de la lucha:

[…] hay muchas formas o modos de la lucha como mujeres que somos. Lo sabemos que unas dicen que más mejor su forma, que la forma o el modo de otras no sirve, y muchas cosas que se dicen. Está bien si se discute aunque no se llegue a ningún acuerdo.

Pero el problema que miramos nosotras zapatistas, es que para poder discutir y pelearnos quién es más mejor feminista, pues primero tenemos que estar vivas. Y nos están matando y desapareciendo.

La unidad de la defensa de la vida debe prevalecer sobre la diversidad de modos en que se lucha por ésta, dicen con razón las zapatistas. No obstante, ¿esta unidad es tan general que puede ser llenada con la simple diversidad de formas, o más bien requiere de ser concretada de un modo mucho más específico? Continúa la Convocatoria: “No es que vamos a sacar un acuerdo de todas luchar de la misma forma, porque cada quien tiene sus modos, sus geografías y sus tiempos. Pero de escucharnos las diferentes formas, pues nos va a dar ideas de cómo hacer, según vemos qué nos sirve y qué no”.

Las zapatistas apuntan con razón que no se trata de generalizar una forma particular, es decir, de darle a un modo de lucha un carácter general y tratar de aplicarlo en todo tiempo y espacio. Sin embargo, equiparan la unidad al simple intercambio de saberes particulares entre las distintas formas de lucha. Aquí nos gustaría preguntarnos: ¿es la unidad una simple suma de elementos particulares, o hay más bien un concepto más profundo de “unidad”, una unidad metodológica como la que vimos que las zapatistas esbozan en esta misma Convocatoria, una que, al tiempo que es general, puede ser recreada también de forma particular por cada una de las luchas: unidad que se autodetermina, que está en automovimiento permanente?

Con todos estos elementos, las zapatistas vuelven a la idea de que, para erradicar de una vez por todas la violencia contra las mujeres, hay que acabar con el sistema capitalista:

El sistema quiere que sólo gritemos de dolor, de desesperación, de angustia, de impotencia.

Ahora se trata de que gritemos juntas, pero de rabia, de coraje, de indignación. Pero no cada quien por su lado, pedaceadas como nos violan y matan y desaparecen, sino que juntas, aunque cada quien en su tiempo, su lugar y su modo.

Y de repente, compañera y hermana, qué tal que aprendemos no sólo a gritar de rabia, y también hallamos el modo, el lugar y el tiempo, para gritar un mundo nuevo.

Fíjate, hermana y compañera, cómo están las cosas que para poder estar vivas, tenemos que hacer otro mundo. Hasta eso ha llegado el sistema, que sólo podemos vivir si lo matamos de una vez. No arreglarlo un poco, o ponerle buena cara, pedirle que se porte bien, que no sea tan malo, que no se pase. No. Destruirlo, matarlo, desaparecerlo, que no quede nada, ni cenizas. Así lo vemos nosotras, compañera y hermana, que es el sistema o nosotras. Así lo puso el sistema, no nosotras como mujeres que somos.

De esta forma poderosa, la Convocatoria cierra su parte expositiva y pasa a hablar sobre algunos de los pormenores del encuentro.

Liberación de las mujeres y emancipación humana

Raya Dunayevskaya (1910-1987)

Queremos volver a la pregunta que planteábamos antes sobre el concepto de “unidad”, a fin de intentar responderla de forma más precisa. En su valoración del movimiento mundial de liberación de las mujeres en la década de 1980, Raya Dunayevskaya apuntaba que éste había surgido de “la insatisfacción de las mujeres activistas con los líderes varones […] al interior de la propia nueva izquierda” (véase “Liberación de las mujeres y dialéctica de la revolución”); es decir, que el movimiento había nacido de una negación, una crítica a las formas usuales de proceder de los varones “de izquierda”, dándole con ello un nuevo impulso al proceso general de la liberación humana: “No nos hablen de la discriminación en cualquier otro lugar, y no nos digan que viene sólo de la opresión de clase. Mírense a ustedes […] Bajo ninguna circunstancia les dejaremos ocultar su comportamiento machista bajo el tabú ‘la revolución social es primero’”.

No se trataba, entonces, de subsumir todos los medios a la “toma del poder”, a la “revolución social”, para entonces tratar de cambiar desde allí todas las relaciones opresivas, sino de una revolución de raíz desde un principio, una que cambiara todas las relaciones humanas, no sólo las de clase. Éste es el gran aporte que le ha hecho el movimiento de liberación de las mujeres a la emancipación humana.

En el caso de México, esto es igualmente cierto, ya que buena parte de los movimientos de mujeres que conocemos hoy, incluyendo a las zapatistas, surgieron del interior de los movimientos mixtos de izquierda, como expresión de una insatisfacción con las ideas de cambio social de los varones*.

Pero esta negación necesaria, esta crítica al propio movimiento de izquierda, requiere a su vez de una afirmación, de un reencuentro no ya sólo con los hombres, sino consigo misma, con el proceso general de emancipación humana a un nivel más profundo. Las zapatistas, como hemos visto, no sólo están proponiendo la liberación de las mujeres, sino la construcción de un mundo nuevo, lo cual implica por supuesto su liberación particular, pero también la emancipación humana general, una nueva forma de relaciones hombre-mujer en los ámbitos laboral, político, personal, etc. ¿Cómo reencontrarse con esta unidad, con esta universalidad en movimiento de la liberación humana?

Liberación de las mujeres y marxismo de Marx

En esa misma valoración del movimiento de mujeres, Dunayevskaya habla de la necesidad de su unificación con el “nuevo continente de pensamiento y revolución de Marx, fundado en [su] concepto de ‘revolución en permanencia’”. Esto podría parecer extraño en un primer momento, ya que, como apunta Terry Moon, una teórica feminista-marxista contemporánea,

Marx es atacado por no ser fe­minista, por estar sólo interesado en los trabajadores —como si las mujeres no hubieran sido siempre tra­bajadores—, o bien [porque] sólo se ocupó del capitalismo y no del patriarcado, por lo que debe ser complementado. A menudo, esa complementación tuerce o malinterpreta las categorías de Marx .

“Socialismo y feminismo”. Praxis en América Latina núm. 28, pp. 6-7

Sin embargo, continúa Moon,

[Marx] no dice que lo que los obreros hacen es más importante que lo que hacen las mujeres. Lo que sí hace es mostrar cómo funciona el capitalismo y cómo se reproduce a sí mismo.

Las relaciones capitalistas convierten al ser humano en una cosa y hacen a las cosas —las mercancías— el núcleo de la vida. Si bien no hay duda de que la opresión de las mujeres precedió al capitalismo, la objetificación de todos aquellos que trabajan y crean valores impacta tanto a las mujeres como a la gente de color y a otros. Terminar con ese tipo de objetifi­cación tendrá consecuencias significativas en nuestra tarea de crear un nuevo mundo humano y de combatir la objetificación de las mujeres y otros, la cual parece permear a la sociedad.

La filosofía de la revolución en permanencia de Marx sería justamente esa visión general, esa unidad metodológica que podría ser recreada por cada lucha particular para erradicar el capitalismo y dar origen a una sociedad nueva, verdaderamente humana. Al igual que la metodología planteada por las zapatistas en su Convocatoria, la “revolución en permanencia” de Marx está articulada como un movimiento de doble tiempo, es decir, dialéctico: 1) la negación del estado de cosas presente, y 2) la negación de esa negación, o sea, la afirmación de un mundo nuevo, basado en una forma totalmente diferente de relaciones humanas.

Más aún, tal como las zapatistas conectan “la semilla” de un mundo nuevo con la necesidad de organizarse, Dunayevskaya plantea una línea de continuidad entre la “revolución en permanencia” de Marx y la cuestión de la organización:

No son sólo las mujeres liberacionistas o la izquierda de hoy los que no ven una conexión entre la filosofía de la revolución de Marx y su visión de la organización. La pregunta “¿Puede haber una respuesta organizativa?” no puede ser respondida sin lidiar con toda la cuestión de la filosofía, el eslabón perdido no sólo para los pragmáticos, sino para todo el marxismo posterior a Marx.

“Liberación de las mujeres y dialéctica de la revolución”

Una propuesta de trabajo

Es justamente este eslabón perdido, la filosofía —más en específico, una filosofía de la revolución en permanencia para nuestros días— la que, a nuestro parecer, requerimos hoy en México y el mundo para unificar las diversas luchas particulares en un solo movimiento de erradicación del capitalismo, con todas sus relaciones humanas cosificadas, y de construcción de una sociedad distinta. Dicha filosofía no es una receta que se pueda “aplicar” en todos los tiempos y lugares, sino un cuerpo vivo de ideas que debe ser recreado en cada circunstancia particular por los sujetos de cambio: mujeres, pueblos originarios, jóvenes, estudiantes, trabajadores, etc.

Como Praxis en América Latina, queremos justamente proponer que es necesario reflexionar en conjunto qué significa este concepto de “revolución en permanencia” y cómo sería posible recrearlo para el aquí y el ahora. Sin esta pieza faltante, no podremos hallar la salida, como humanidad, a la sentencia de muerte que el capitalismo ha puesto sobre todos nosotros, y que cada día amenaza con ser cumplida.

“La tarea está difícilmente hecha sólo porque haya una ‘sensibilidad’ a la necesidad de relaciones totalmente nuevas”, apuntaba otra teórica feminista-marxista, Olga Domansky, a mediados de la década de 1990. Y concluía:

Olga Domansky (1923-2015)

Si no asumimos la responsabilidad de darle continuidad a esa dialéctica revolucionaria para hoy; si pensamos que la “filosofía” no es nuestro trabajo, sino el de alguien más; si no vemos que no hay ninguna “respuesta organizativa” para la liberación de las mujeres ni ninguna otra cuestión que no comience con una profunda organización —o reorganización— de nuestro pensamiento, no habremos escapado aún de los “enclaves privados” que nos impiden encontrar la salida a este retroceso mortal que amenaza con destruirnos hoy.

Feminismo revolucionario y el concepto de “vida” en Hegel

* Para conocer más sobre este tema, recomendamos ampliamente la obra de Gisela Espinosa, en particular La Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas (México: UAM-Xochimilco, 2010). Véase también la pág. 8 del número 29 (dic. 2019-enero 2020) de Praxis en América Latina para conocer un pasaje de su libro sobras las relaciones de género entre los jornaleros y jornaleras de San Quintín, Baja California.

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