El Foro en Defensa de la Madre Tierra, la unidad de las luchas desde una perspectiva dialéctica y ¿qué sigue ahora?
De Praxis en América Latina, febrero-marzo 2020
J.G.F. Héctor
El reciente Foro en Defensa del Territorio y la Madre Tierra se caracterizó por la diversidad de movimientos que participaron en él: desde habitantes de la ciudad desplazados por proyectos inmobiliarios hasta pueblos originarios que resisten a la invasión minera, eólica y termoeléctrica; desde organizaciones con dos décadas y más de trayectoria hasta grupos recién formados. El común denominador de todos ellos, en ocasiones sólo implícitamente expresado, es la lucha contra la expansión capitalista actual; a la vez, hay un deseo explícito (la realización misma del foro es muestra de ello) por conformar una unidad entre movimientos que permita ponerle un alto definitivo al despojo y la explotación, pero esta unidad aparece siempre como algo elusivo, como un más allá que no puede alcanzarse. A continuación, queremos hacer una lectura de ésta y otras cuestiones presentes en el foro desde la perspectiva de la filosofía dialéctica; no por un afán teórico, sino porque tal filosofía, recreada al interior de los movimientos desde abajo, es la que nos puede dar luz para alcanzar dicha unidad y responder teórica y prácticamente a la pregunta “¿qué sigue?” en la construcción de un mundo nuevo.
La dialéctica del todo y las partes
Uno de los pasajes que más podría resultarnos de interés hoy es la discusión de G.W.F. Hegel sobre “La relación del todo y de las partes” en el segundo libro —la Doctrina de la esencia— de su Ciencia de la lógica[1]. Hegel comienza estableciendo la relación indisoluble entre el todo y las partes: el todo es todo sólo porque contiene partes, y éstas son tales sólo porque se integran en un todo. Al mismo tiempo, a pesar de esta conexión, el todo y las partes no son idénticos. Hegel expone que el todo es “la independencia […] el mundo que existe en sí y por sí” (167), mientras que las partes son “la existencia inmediata, constituida por el mundo fenoménico” (167); es decir, que el todo sería la unidad abstracta, todavía carente de contenido, mientras que las partes son justamente esta diversidad de contenido —por ejemplo, la multiplicidad de movimientos participantes en el Foro, cada uno con sus historias particulares— pero aún carente de unidad real.
Dado que el todo y las partes no son lo mismo, pero se necesitan mutuamente, comienza el movimiento de su unificación. Ésta es justamente la dialéctica, el movimiento que lleva a la superación de los opuestos mediante la conformación de una nueva unidad, un nuevo punto de partida. Hegel nos advierte que “la verdad de la relación [entre el todo y las partes] consiste en la mediación” (171), es decir, precisamente en su movimiento. Sin éste, nos quedaríamos atrapados en la idea de que el todo, si bien consta de partes, no es igual a éstas, sino al conjunto de ellas, esto es, que es igual a sí mismo, a su identidad abstracta; recíprocamente, si bien las partes conforman el todo, no equivalen a éste, sino a sí mismas, a la “existencia múltiple” carente de relación (169-170). Permaneceríamos, pues, en el mismo punto en que partimos. Esto ocurre, afirma Hegel, por la “incapacidad de unificar los dos pensamientos contenidos en la mediación” (173), que son la identidad y la diferencia: el todo es idéntico a sí y, a la vez, diferente, ya que su existencia supone su opuesto, las partes; éstas son idénticas a sí y, no obstante, diferentes de sí, ya que para ser partes requieren de la existencia de un todo. Su verdad es su movimiento.
Hegel nos advierte entonces sobre los peligros de la “infinitud de la progresión” (173), es decir, sobre la falsa idea de que una adición cuantitativa nos llevará en automático a un cambio cualitativo. Expresado en términos de la lucha social, podríamos ver esto como la imposibilidad de alcanzar la unidad deseada a partir sólo de la incorporación de nuevos individuos o agrupaciones al movimiento. El Foro, sin duda, ha sido uno de los esfuerzos más importantes por reunir a la mayor diversidad de resistencias a nivel nacional; muchas más podrían ser invitadas, tanto de las ya existentes como de las que están por surgir. No obstante, esta “infinitud de la progresión” en la adición de luchas no nos acercará ni un paso, en sí misma, a la consecución de la unidad.
“Su verdad es su movimiento”
En su intervención para cerrar la participación zapatista en el Foro, el Subcomandante Insurgente Moisés (Sub Moi) hace alusión a la urgencia de la unidad, de dar un paso adelante en la lucha para poder hacerle frente al recrudecimiento de la opresión: “De lo que escuchamos [aquí en el foro], lo que parece que se [nos] está pidiendo es que se acelere la organización. Está bien, pero hay un problema: no hemos encontrado cuál es la organización que vamos a hacer. De nuestra parte, [como zapatistas], lo respetamos. No vamos a decir cuál es la única forma de lucha”.
El Sub Moi afirma con acierto que la unidad de la lucha no está en una de sus formas particulares, forma que podría adoptar la apariencia de un universal y tratar de ser aplicada en todo momento y circunstancia. No obstante, el Sub Moi no va más allá en la búsqueda de la unidad, sino que permanece en la idea de la diversidad de formas, que era ya el punto de partida. ¿Puede haber algún modo de unificación entre la unidad y la diversidad que escape de caer en el extremo, por un lado, de la unidad tiránica —forma particular que quiere ser aplicada en todo lugar y momento— y, por otro, del pantano sin perspectiva de la diversidad? La verdad de esta unificación no está en una de sus formas específicas, ni siquiera en una “combinación” de ellas, sino en su movimiento.
Raya Dunayevskaya, comentando el pasaje de Hegel sobre el todo y las partes explica:
[Éste es clave] para la filosofía entera tanto de Hegel como de Marx. Así, cuando digo que el todo no es sólo la suma total de las partes, sino que ejerce una atracción sobre las partes que no están ahí aún, al igual que el futuro ejerce una atracción sobre el presente, es obvio que nos hemos movido desde concepciones filosóficas abstractas al mundo real, y desde el mundo real de vuelta otra vez a la filosofía, pero esta vez enriquecida por lo real.
“El todo no es sólo la suma total de las partes”, sino algo más: la totalidad del movimiento que incluye tanto a las partes existentes como a las que “no están ahí aún”, es decir, que apunta hacia el futuro, que lo construye. Dunayevskaya equipara entonces el todo con las “concepciones filosóficas abstractas”, y a las partes con “el mundo real”, pero habla inmediatamente de una “vuelta a la filosofía, pero esta vez enriquecida por lo real”, es decir, de un doble movimiento que hace caminar de la mano la unidad abstracta de la filosofía con la riqueza del mundo real. En términos de la lucha social, estaríamos hablando de la conciencia y asunción explícita de la filosofía dialéctica como fuerza motriz de las resistencias, la cual, una vez enriquecida por la diversidad de éstas, volvería a sí misma en la forma de un nuevo comienzo o nuevo paso concreto en la construcción de un mundo más allá del capital: sería la fusión plena, siempre en movimiento, entre pensamiento y acción, filosofía y realidad.
¿“Aplica” la dialéctica para los pueblos originarios?
Una pregunta que puede surgir aquí es si la dialéctica, en tanto filosofía formulada por un pensador europeo (Hegel), puede “aplicar” para los pueblos originarios de México. En el Foro, las luchas expresaron su deseo de acabar con las condiciones actuales de despojo y opresión, es decir, que tienen un deseo de auto movimiento, de superación de las contradicciones que obstruyen el camino a la libertad. La dialéctica es precisamente la ciencia del movimiento; más aún, es la ciencia del auto movimiento hacia la libertad. Incluso Hegel, no obstante su “genialidad”, habría sido incapaz de “inventar” la dialéctica por sí sólo; quienes la “inventaron” fueron las masas francesas en su búsqueda por acabar con la monarquía y dar origen a una nueva forma de vida a finales del siglo XVIII. Hegel sólo le dio expresión filosófica a la metodología de su movimiento. Algo similar, si bien en un plano mucho más concreto, ocurrió con Marx y las revueltas de trabajadores a mediados del siglo XIX. Lo que hace universal a la dialéctica no es una u otra de sus manifestaciones concretas, sino la forma de su movimiento, el cual tiene como punto de partida, mediación y llegada la búsqueda de la libertad, ¡y ésta es la esencia de la humanidad en su conjunto!
Proponer la dialéctica como unidad de las luchas no eliminaría, pues, la diversidad de las mismas, sino que la potenciaría. Cada movimiento, según sus tiempos y circunstancias, podría decidir en qué forma recrear la dialéctica; a la vez, tendría en la proposición de ésta como unidad de la lucha una perspectiva con la cual orientarse más allá de la abstracción del “cada quien su forma”. ¿Es la discusión de la dialéctica un tema que podemos empezar a incluir en nuestros movimientos, así como en los intentos de unificación de los mismos, como una guía para poder respondernos concretamente qué sigue en la construcción de un mundo nuevo?
Dos observaciones adicionales
1. Otra idea presente en el Foro fue la de “informar a la gente” como estrategia fundamental de lucha. Sin duda, la compartición de conocimientos, datos, etc., sobre proyectos capitalistas que quieren ser impuestos en un territorio determinado es importante; sin embargo, esta estrategia tiene como límite la idea ya cuestionada de que la mera suma de elementos particulares —nuevas personas que se unen a la lucha— basta en sí misma para lograr un cambio cualitativo. Una vez que éstas se unen, ¿qué hacer? La pregunta queda siempre pospuesta para un tiempo indefinido o reducida a cuestiones prácticas. Por otro lado, dicha estrategia supone a la conciencia como algo determinado sólo por la voluntad individual, que se puede “ganar” mediante el “convencimiento”, en vez de entender a la conciencia como una unidad entre la voluntad y las condiciones sociales de existencia. El que un sector de oprimidos no se esté rebelando en este preciso momento no es sinónimo de su “ignorancia” o “conformismo”, sino de que sus condiciones totales de vida —subjetivas y objetivas a la vez— no los han llevado aún a ese punto de explosión. Cuando lo hagan —y esto siempre ocurre, más tarde o más temprano—, ¿estaremos listos para ayudarlos a potenciar su rebeldía con una filosofía de liberación que ellos puedan recrear según sus formas, o nos limitaremos simplemente a expresarle nuestra solidaridad a su movimiento?
2. La forma
horizontal de toma de decisiones se presenta, a menudo, como la respuesta
última para toda la cuestión de la organización. Sin duda, una lucha sólo puede
avanzar, como hemos visto, con la riqueza de su diversidad, la cual existe únicamente
si su toma de decisiones es horizontal. No obstante, falta aquí el otro momento,
el de la unidad filosófica, el sentido pleno de la lucha. El movimiento de una organización no surge sólo de la reflexión
colectiva sobre los errores y aciertos de las acciones emprendidas, sino, sobre
todo, de la presencia en su interior de la filosofía dialéctica, la cual puede
ser recreada por cada lucha concreta, y por todas en su conjunto, en el camino
de buscar responder siempre práctica y teóricamente a la pregunta sobre qué sigue
en la construcción de un nuevo mundo, más allá del capital.
[1] 5ª ed. Buenos Aires: Solar, 1982, tomo II. Todas las referencias a la Ciencia de la lógica serán a esta edición y tomo. En el texto, sólo indicamos entre paréntesis el número de páginas.