Praxis en América Latina

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El covid-19 ha generado mucho “tiempo libre” para lo(a)s trabajadore(a)s, ¿pero es éste un “tiempo libre” pleno, humano? ¿Cómo podríamos crear éste?

J.G.F. Héctor

Las medidas adoptadas ante la propagación del covid-19 en el mundo han hecho que miles de millones de personas tengan de pronto un exceso de “tiempo libre”. Pero éste no es un “tiempo libre” pleno, propicio para el disfrute y el desarrollo de nuevas habilidades, sino un “tiempo sin trabajo” que está agudizando las enormes contradicciones económicas ya preexistentes en nuestra sociedad. En el capitalismo, “tiempo libre” significa, para lo(a)s trabajadore(a)s, “tiempo no remunerado”. ¿Es posible imaginar y dar pie, en medio de esta absoluta crisis social, a una forma de tiempo libre que sea verdaderamente tiempo humano? ¿Es posible construir ésta dentro de los actuales marcos del Estado y el capital?

En el capitalismo, lo(a)s trabajadore(a)s siempre están en riesgo

En México, el Estado impuso la primera fase de prevención contra el Covid-19 la tercera semana de marzo. Ésta incluyó el cierre de escuelas, la cancelación de eventos masivos y la recomendación general de “quedarse en casa”. Para la siguiente semana, esta interrupción de la dinámica social ya había repercutido en los bolsillos del cerca de 60% de trabajadores que subsisten de la economía informal, es decir, que carecen de todo tipo de seguridad laboral y social y que dependen de sus ingresos de cada día para subsistir: “No puedo parar, soy el sostén de mi hogar, y no vendo mucho. Desde la semana pasada comenzó a disminuir la venta, pero tampoco puedo quedarme en mi casa, tengo que salir”, dice un comerciante zapoteca en Oaxaca[1]. “La gente ya no quiere salir a comer, está bien paniqueada (asustada). Si cierran todo, vamos a ver cómo sobrevivimos”, apunta un taquero en Ciudad de México[2].

Varias empresas, ante la perspectiva de perder ingresos por la “cuarentena”, hicieron sus cálculos y mandaron a lo(a)s trabajadore(a)s a “descansar” sin pagarles sueldo. Conocido es el caso de Alsea, que opera franquicias de Burger King, Domino’s Piza y Starbucks en México, pero muchas otras compañías han seguido este mismo camino. Y, las que sí siguen operando, ya sea porque producen bienes considerados “esenciales” en este momento, ya sea porque sus dueños simplemente se niegan a ver reducidas sus ganancias, lo hacen con total desprecio por la vida de lo(a)s trabajadore(a)s, quienes exigen reiteradamente al gobierno y a sus empleadores que implementen medidas de seguridad en su área de trabajo[3]. Es decir, en el capitalismo, ya sea por trabajar o por no poder hacerlo, lo(a)s trabajadore(a)s siempre están en riesgo, no sólo de contagiarse de covid-19 o de cualquier otra enfermedad, sino sobre todo de sufrir en carne propia las contradicciones de este sistema económico-social, acentuadas hoy por la pandemia.

La segunda fase de prevención contra el covid-19, impuesta por el Estado mexicano hacia fines de marzo, ha significado literalmente la prohibición de trabajar: cientos de policías recorren las calles clausurando negocios, levantando a comerciantes ambulantes que venden productos supuestamente “no esenciales”, cerrando espacios públicos. Sí, claro, hay que tomar medidas de precaución, pero la aplicación de estas medidas en el capitalismo hace ebullir la contradicción entre capital y trabajo, entre los intereses del Estado (vigía de las ganancias del capital) y los intereses de la población. Los “subsidios” gubernamentales a la población desempleada son totalmente insuficientes, ya que, si el capital está viendo reducidas sus ganancias, más aún se verá la parte de éstas que fluye hacia las arcas del Estado en la forma de impuestos. Las protestas no se han hecho esperar.

El capital vs la humanidad

Trabajadores informales

El capitalismo es un sistema cuyo único propósito es la acumulación de más y más ganancias. Esto lo logra mediante la explotación directa e indirecta de lo(a)s trabajadore(a)s (incluso un(a) trabajador(a) “independiente”, aunque no tenga un patrón que lo(a) obligue a quedarse horas extras o a laborar más intensamente, está sujeto(a) a las leyes del mercado, las cuales determinan cuánto tiempo debe trabajar para subsistir cada día). Es decir que, en el capitalismo, sólo existimos en tanto contribuyamos a esa generación infinita de ganancias. En un momento de crisis como éste, cuando el funcionamiento “normal” del capital está interrumpido, la inclinación natural de este sistema será a perder la menor cantidad de ganancias, lo cual logrará siempre a expensas de lo(a)s trabajadore(a)s y de la población en general.

Y, sí, las medidas impuestas por los agentes del capital (los capitalistas y el Estado) no dejan de ser sumamente contradictorias, pero éstas son las contradicciones del capital mismo, las que lleva arrastrando día tras día. Si por el capital fuera, el covid-19 no habría significado ninguna interrupción en su marcha cotidiana, tal como intentó hacerlo cuando apareció el primer foco de contagios en Wuhan, China[4]. No obstante, la resistencia de l@s trabajador@s a ser “carne de cañón”, así como la propia necesidad del capital de mantener a una población viva a la que pueda explotar, lo obligaron a frenarse un poco. Hizo sus cálculos y, donde pronosticó que tendría más pérdidas que ganancias, simplemente mandó a sus trabajador@s a “descansar”. Por su parte, las prohibiciones del Estado no son porque le interese nuestra salud, sino porque está ayudando al capital a mantener a una población explotable viva y porque no quiere que se evidencie aún más la insuficiencia de sus sistemas de salud, la cual podría llevar a una explosión social revolucionaria. Pero ni el Estado ni el capital pueden evitar —si bien sí retrasar— esta necesidad histórica: la urgencia de acabar con el capitalismo y dar origen a una nueva sociedad humana.

“La medida de la riqueza es el tiempo libre”

Karl Marx (1818-1883)

En sus Grundrisse de 1857-1859, escritos como preparación para El capital, Karl Marx habló del carácter contradictorio del “tiempo libre” en la sociedad capitalista. En ella, el “tiempo libre” se presenta como “tiempo de no-trabajo […] para algunos”, es decir, para los capitalistas y, en parte, para algunos trabajadores mejor remunerados (científicos, académicos, gerentes, etc.) que subsisten gracias a la producción masiva de lo(a)s trabajadoro(a)s promedio; para éstos, en cambio, “tiempo libre” significa “tiempo impago”, ya que dependen de estar emplead@s por el capital para su sobrevivencia. Pero el capital, en su afán intrínseco de obtener cada vez más ganancias, mejora continuamente sus formas de explotación, las cuales implican en última instancia la utilización de cada vez menos personas en una producción cada vez mayor, lograda gracias a la implementación de softwares y máquinas más eficientes.

Así, el capital es un generador constante de mayor “tiempo libre” social (desempleo) y, a la vez, de las condiciones que permiten crear bienes en mayor cantidad y de modo más efectivo (bienes que no son para la población, que está desempleada y, aunque quisiera, no podría comprarlos; pero ni siquiera están destinados para ella, sino para el capital mismo, como nuevos medios de producción para seguir produciendo y produciendo: acero, fibra óptica, inteligencias artificiales, etc.) Ésta es una contradicción evidente y debe ser superada, so riesgo de ser exterminados como humanidad. Son las acciones e ideas de lo(a)s trabajadore(a)s y otro(a)s sujeto(a)s sociales las que generan la posibilidad de hacer saltar por el aire estas contradicciones y, así, dar origen a una sociedad en la que la explotación de lo(a)s trabajadore(a)s deje de “ser condición para el desarrollo de la riqueza social”; donde haya “desarrollo libre de las individualidades, y por ende […] reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos […] ‘Una nación es verdaderamente rica cuando en vez de 12 horas se trabajan 6’”; una sociedad, en suma, donde “ya no es entonces, en modo alguno, el tiempo de trabajo la medida de la riqueza, sino el tiempo libre[5]”.

Pero esto sólo puede ser logrado si este concepto humano del tiempo libre guía nuestras prácticas y acciones de resistencia, es decir, si buscamos realizar este concepto en nuestra actividad como trabajador@s, mujeres, estudiantes, pueblos indígenas, etc. Las puras demandas al Estado, por muy necesarias y justas que sean, no bastarán en sí mismas para realizar este concepto, mucho menos para dar origen a una nueva sociedad humana, ya que no es al Estado a quien le corresponde esta transformación, sino a nosotro(a)s. El Estado y el capital deben desaparecer.  Que el “tiempo libre” (desempleo) al que el capitalismo nos fuerza cotidianamente, acentuado hoy por la crisis del covid-19, sirva como caldo de cultivo para hacer germinar en nuestros cuerpos y mentes la urgencia histórica de realizar este alto concepto de una nueva sociedad humana.


[1] “Vivimos al día y no podemos dejar de vender por el Covid-19: comerciantes zapotecas”. Desinformémonos. Periodismo desde abajo, 24 de marzo de 2020.

[2] “Artistas callejeros en la CDMX batallan con la pandemia…”. La Jornada, 25 de marzo de 2020.

[3] Véase, por ejemplo, el pronunciamiento de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras (“Exigen medidas de seguridad para jornaleros en México ante coronavirus”. Desinformémonos, 19 de marzo de 2020), o las acciones de trabajador@s de la maquila en empresas de Matamoros, Tamaulipas, y Ciudad Juárez, Chihuahua (“Desestiman maquiladoras la emergencia por Covid-19”. La Jornada, 3 de abril de 2020).

[4] Gerry Emmett, “Covid-19: A World Historic Treath”. News & Letters, marzo-abril de 2020.

[5] Grundrisse. México: Siglo XXI, 20ª ed., 2007, tomo II, pp. 228-229, 232.

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2 thoughts on “El covid-19 ha generado mucho “tiempo libre” para lo(a)s trabajadore(a)s, ¿pero es éste un “tiempo libre” pleno, humano? ¿Cómo podríamos crear éste?

  1. En este artículo las tesis que se sostienen son de un conocimiento riguroso, con un carácter científico crítico del sistema en que vivimos.
    Escribió Marx: “El tiempo es el lugar del desarrollo humano”.
    En los “Grundrisse”, Marx dijo que una vez que el proceso productivo “sea despojado de su forma antagónica “, “ la medida de la riqueza dejará de ser el tiempo de trabajo, para convertirse en el tiempo libre, liberado, de ocio” (pág 596). El tiempo libre, liberado de la explotación capitalista, estaría dedicado al desarrollo libre de las capacidades individuales (“Cómo leer El Capital”, pág. 96).
    Con la pandemia del coronavirus hay llamados para cumplir primero con las indicaciones de distanciamiento social, hasta llegar ya al llamado enfático a la reclusión. Cuando esto no es suficiente se imponen las medidas compulsivas aplicadas por las autoridades mediante la fuerza pública. Al asunto de la salud personal y colectiva se suma por necesidad la repercusión económica de la indicación de “quedarse en casa”. La pandemia por coronavirus pasará a la historia como una de las peores que el mundo ha vivido, sobre todo porque pone en riesgo la salud humana e impactará a una ya debilitada economía mundial.
    ¿En qué medida va a afectar el coronavirus al mundo del trabajo? A corto plazo afectará la salud de los trabajadores y sus familias; el virus y la consiguiente crisis económica afectarán adversamente la cantidad de empleo (desempleo y subempleo); afectará la calidad de trabajo (salarios y acceso a la seguridad social), y los efectos en los grupos específicos vulnerables, con repercusión en el el mercado laboral. La razón es que la pandemia es global, pero lo peor es que cuando se supere la crisis de salud, la recesión estará en su apogeo con millones de desempleados. La recesión ya es un hecho en todas partes y puede llegar al nivel de la crisis de 1929-33. Es una crisis desconcertante e inmanejable para los cerebros capitalistas. Se trata de una crisis más profunda, de una crisis estructural, lo que nos lleva a la clara falta de perspectiva de futuro para las nuevas generaciones, pero también para las viejas y actuales generaciones trabajadoras, en este camino que parece conducirnos hacia el abismo o hacia la catástrofe mientras siga subsistiendo este terrible y cada vez más destructivo sistema capitalista mundial.
    “La crisis terminal del capitalismo? Ni de lejos. El sistema ha demostrado que es capaz de superar sus contradicciones e, incluso, funcionar con ellas y en ellas” “Nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas, siempre nos preparamos para lo peor. Si ocurre, estábamos preparados; si no ocurre, pues igual estábamos preparados” (300. Segunda parte. Pág. 21).

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