No para el terrorismo de estado en Colombia
Por: Ricardo Robledo
Octubre 4/2020
Faltando todavía casi dos años para que el gobierno elegido fraudulentamente, finalice su período de cuatro años, las elecciones para el 2022 recrudecen el panorama político en Colombia. Son múltiples y recurrentes las acciones violentas impulsadas mediante el terrorismo desde el estado. Las masacres afectan a casi todo el territorio nacional y cientos de líderes sociales caen bajo las balas asesinas.
Dolorosamente hay que reconocer que falta mucho muerto todavía por la acción de la ultraderecha que, ante su proceder abiertamente ilegal, está poniendo en riesgo la misma institucionalidad.
La oligarquía tradicional es consciente de esto y sus miembros buscan impedir una salida autónoma desde lo popular, por lo que ahora tratan de apartarse de los asesinos y evaden su responsabilidad, señalando para otro lado, queriendo salir limpios y aparecer como defensores de la democracia. “Fueron ellos”. Pero, tal como se dice, cuando el dedo índice apunta en una dirección hay otros tres dedos que se dirigen sobre quien señala.
La narcoderecha sabe que, para las próximas elecciones presidenciales, van a perder el poder, porque no tienen un proyecto de país; por lo tanto, hacen prevalecer intereses particulares dirigidos a saquear a la nación, buscando fortalecerse en lo económico para perpetuarse en el gobierno. Por eso, copan la institucionalidad colocando en los cargos a personajes de dudosa trayectoria, muchos con procesos pendientes con la justicia. Pero el querer el control de todo para cubrirse, es la muestra de la debilidad, a causa de la ilegitimidad. Como dice el dicho popular: “el pecado es cobarde”.
Ya no tienen ni el poder de opinión porque hay una sociedad que ha reflexionado y reconocido a los verdaderos responsables de la violencia, en la que siempre son los pobladores los que sufren las peores consecuencias.
En el campo de lo social, persisten en la fuerza, creyendo que de esta forma pueden frenar al avance de la historia, con tal descaro, inconsciencia y brutalidad, que los lleva a hundirse, cada vez más, en la criminalidad. A las poblaciones hay que dejarles muy claro, que son seres humanos asesinando a seres humanos para defender sus intereses mezquinos, no existe ningún imperio de la ley ni el beneficio de las mayorías. Pero la represión violenta, es un fenómeno mundial que se repite en diversos países como consecuencia de la crisis del modelo capitalista neoliberal.
La ingeniería de la idealidad dice que la solución está en el mismo problema; por eso, enfrentan a la población oprimida con el oprimido policía, a quienes enardecen con retorcidos ideales del escudo, la bandera, el himno y la patria, mientras la oligarquía observa la refriega desde el alto de yerbabuena. Los militares de bajo rango son arrastrados en las aventuras de la criminalidad y son los que son presentados como responsables ante la ley y judicializados.
Pero los principales responsables son aquellos que los adoctrinaron y les enseñaron el desprecio por la población, les dijeron que debían disparar contra su propio territorio y que hacerlo contra los ciudadanos es un pasatiempo válido.
Buscan atemorizar a la sociedad, haciendo uso de todas las más sucias estrategias, porque quieren llevar el control social al terreno en el que saben manipular y son más fuertes: la violencia. Desde los mentirosos medios de comunicación a su servicio, difunden todo tipo de noticias falsas para desmoralizar y dividir a la ciudadanía.
Algún día habrá de abrirse la esperanza para el pueblo y poder construir un país en paz.