Praxis en América Latina

Somos una organización humanista marxista conformada por un grupo de activistas-pensador@s que viven principalmente en México, pero que están abiert@s a la colaboración con compañer@s de toda América Latina

Mujeres de la India a EU luchan contra la violencia misógina

Por Terry Moon

La violencia contra la mujer es enorme. Lo peor de ella incluye violación, tortura y asesinato, a veces, los tres en un solo ataque. La violencia física y económica se ha exacerbado en todo el mundo en la era de COVID-19. Bajo la pandemia, la carga de tareas de las mujeres es peor que la de los hombres— desde el desempleo hasta una mayor incidencia de violencia. Esto incluye: mutilación/ablación genital; ser violentadas por aquellos que dicen que te aman; embarazos forzados; y en tiempos de guerra donde la violencia contra la mujer es considerada un “derecho” de los soldados y a la vez se ordena desde arriba como una forma de romper la resistencia; los llamados asesinatos de “honor”; y manosear, insultar, y gritarle a las mujeres por atreverse a caminar por una calle, subirse al metro o a una bicicleta, en resumen, por participar en el mundo.

El COVID-19 nos ha revelado lo criminalmente inadecuado que es el pensamiento sobre el abuso doméstico. Cuando los encierros comenzaron no hubo planeación para víctimas de violencia doméstica, encerradas ahora con sus abusadores. El número de experiencias de violencia doméstica, abrumadoramente en su mayoría mujeres, explotó. Si a eso se añaden las golpizas y los asesinatos, que continúan, es devastador. Ejemplos de aumentos en la violencia incluyen a Líbano, 54%, y en Túnez se incrementó cinco veces más. En una provincia china la violencia estaba “más que triplicada”. La región catalana de España tuvo un aumento del 20%. En Latinoamérica: “la violencia en Colombia llegó al 94%; Paraguay experimentó un salto del 35%; en buenos Aires, Argentina, las llamadas aumentaron un 48%.”

 

En México el aumento fue del 60%, lo que se traduce casi en 1,000 mujeres asesinadas en los tres primeros meses de 2020. Al mismo tiempo el presidente “de izquierda” de México cortó el financiamiento a refugios para mujeres y declaró a la mayoría de las llamadas a las líneas de ayuda por violencia doméstica como “falsas”. Estudios del Fondo de Población de las Naciones Unidas y de la Universidad Johns Hopkins entre otros “asumieron un aumento del 20% en violencia durante un encierro promedio de tres meses en todas los 193 Estados miembros de la ONU…Investigadores esperan 15 millones de casos adicionales de violencia doméstica por cada tres meses que el encierro se extienda.”

Aquí en los Estados Unidos, a causa de que la administración de Trump no tenía interés en rastrear el aumento de incidentes de violencia doméstica, no hay estadísticas nacionales, a diferencia de otros países, aunque sabemos que en 2018 más de un millón de mujeres fueron abusadas, siendo las mujeres de color más afectadas que las mujeres blancas. Desde la pandemia, los estados reportan aumentos del 10% a más del 30%. Esta es sólo la punta del iceberg ya que la pandemia ha hecho extremadamente difícil para las mujeres acceder a las líneas de ayuda o dejar sus hogares para recibir ayuda.

Todo cambia sin embargo todo permanece igual

El abuso domestico solía ser algo de lo que nadie hablaba, pero el Movimiento de Liberación de la Mujer, desde sus inicios a mitad de los años 60, sacó del clóset la violencia contra la mujer y expuso todas sus horribles manifestaciones. A pesar de eso aún no ha sido capaz de detenerla.

El sexismo, al igual que el racismo, es sistémico casi en todas las culturas alrededor del mundo. Veamos tan solo dos ejemplos—aunque hay miles, donde la violencia ha sido nombrada, hecha visible, protestada, y aún así prevalece.

En abril de 2020, la especialista del ejército de 20 años de edad, Vanessa Guillén desapareció de Fort Hood, Texas. No fue sino hasta tres meses después el 5 de julio, 2020, que su golpeado, desmembrado y quemado cuerpo fue encontrado enterrado. El asesino de Guillén, el especialista (cabo) Aaron Robinson, quien trabajaba en un edificio cerca de donde Guillén trabajaba, se suicidó cuando fue confrontado por la policía. El crimen aquí no sólo fue el brutal asesinato de Guillén sino también el crimen es que nunca debió haber pasado.

La lucha contra el ataque sexual y el acoso en el ejército lleva más de 30 años. Cientos han muerto y decenas de miles más han sido atacadas y acosadas, muchas con sus vidas arruinadas. ¿Por qué? Porque el ejército se ha rehusado a dejar ir su poder e insiste en que los comandantes, no los fiscales militares, tienen el derecho a decidir cuales crímenes de ataque sexual son juzgados. En 2013 la senadora Kirsten E. Gillibrand trató de legislar el quitar ese poder a la cadena de mando pero fue bloqueada por sus “colegas” en el senado. Su medida era la primera- en ofrecer al menos una solución parcial a las violación y abuso militar. Incluso ocho años antes en 2013, había habido más de 20 años de pontificar por parte de los militares su sin sentido “tolerancia cero” para los ataques sexuales.

El ejército tiene la culpa de los asesinatos, acosos y violaciones que cuidadosamente ha ignorado por décadas. Y es nuestra cultura de violación, el concepto de que las mujeres son menos, que no son completamente humanas, que se lo ganaron, que lo merecían, etc., etc., que es la corriente que alimenta el maremoto de nunca acabar de abusos y violaciones. Todo eso junto significa que la lucha no sólo es acerca de disposiciones legislativas, sino es acerca de la necesidad de cambios profundos como sociedad—eso significa una revolución lo suficientemente exhaustiva como para transformar las relaciones humanas.

India: a menudo violación significa muerte

En 2013 Jyoti Singh Pandey, una estudiante de medicina de 23 años en la India, fue brutalmente violada. Una varilla de metal estaba metida con tal fuerza en su vagina que alcanzaba su diafragma, destruyó sus intestinos y finalmente la mató. Las manifestaciones que le siguieron fueron masivas y se extendieron más allá de la India a Nepal. No era que las mujeres hindúes no hubieran sido brutalmente violadas antes, pero esta violación en ese justo tiempo y las manifestaciones que le siguieron se suponía anunciaban un cambio. No fue así.

El 14 de septiembre de 2020, una mujer Dalit de 19 años trabajando en los cultivos familiares en Hathras fue secuestrada por un grupo de hombres de una casta más alta. Con una brutalidad indescriptible le cortaron la lengua, cortaron la médula espinal, pusieron una cuerda alrededor de su cuello y la arrastraron. La brutalidad no terminó ni siquiera después de su muerte el 29 de septiembre. Cuando su cuerpo arribó a Uttar Padesh al día siguiente, la policía se lo arrebató a la familia por la fuerza y lo crearon a las 3 am sin permitirles estar presentes y luego negaron a los medios que ella había sufrido múltiple violaciones.

Una vez más, siguieron grandes manifestaciones de dalits (paria) y otros grupos más. Pero luego, el 30 de septiembre en Balrampur, una mujer de 22 años, también dalit, fue violada por dos hombres y murió por las heridas que le causaron; y cuatro violaciones más fueron documentadas en los 60 días siguientes. De hecho, al menos 10 mujeres dalits son violadas diariamente en la India, una parte de las más de 90 violaciones reportadas diariamente.

En febrero de 2021, una mujer de 20 años paciente de un hospital de Manjhanpur, también en Uttar Pradesh, sufrió una violación múltiple por parte de su doctor y otros más, y luego, después de que ella reportó los hechos a sus padres, la asesinaron. Resulta que las violaciones a mujeres en sus camas de hospital no es raro. Por ahora, las manifestaciones en contra de las violaciones en la India han atraído a cientos de miles de personas y han sido frecuentes. Y aún así las violaciones continuan a gran escala y con espantosa brutalidad. Continuan porque el sexismo y la misoginia están impregnados en cada aspecto de la sociedad—la policía, en los consejos de las aldeas, en la familia, en la escuela, en el gobierno.

Hay muchas leyes en la India que, si se aplican, al menos podrían hacer mella en la tasa de violaciones que está fuera de control. No es así. En esta llamada “la democracia más grande”, las mujeres son ciudadanas de segunda clase y las mujeres dalit están en el último peldaño. Después de estas violaciones tan publicitadas, Dalit Human Rights Defenders Network escribió una emotiva carta al Ministro de Uttar Pradesh. La mayoría de las siete sugerencias sobre cómo deben cambiar las cosas se trataban de implementar leyes que ya existen.

Nada detendrá a las mujeres de defenderse

Más y más mujeres han estado luchando contra esta violencia de modos cada vez más creativos. Las “Marchas de las mujeres” a lo largo y ancho del mundo que iniciaron después de que Donald Trump asumiera el poder en 1917 han involucrado a millones de personas y continuanAurat. Desde 2017, en un país donde los asesinatos por honor abundan, la Marcha Aurat (Mujer) en Pakistán anualmente alza la voz pidiendo cese la violencia contra las mujeres. Su manifiesto emitido en 2019 comienza demandando “el derecho a la autonomía y toma de decisiones sobre nuestro cuerpo.”

Ni una menos se ha extendido por toda América Latina. Tiene una participación enorme y jugó un papel importante en la obtención del derecho al aborto en Argentina, donde fue fundada. Ni Una Menos afirma que “nacieron de estar hartas de la violencia sexista, que tiene su momento más cruel en el feminicidio”. #MeToo, iniciado por Tarana Burke, una mujer negra en los Estados Unidos, se ha extendido por todo el mundo porque poner fin al abuso sexista es una demanda mundial. Estos movimientos son internacionales, son muchos y son enormes. Esto es nuevo.

No son sólo las organizaciones internacionales las que muestran la creatividad y la determinación de las mujeres para crear un mundo en el que la violencia contra la mujer sea cosa del pasado. Unos pocos ejemplos, y hay miles, serán suficientes.

Las mujeres se están hartando de las políticas obstruccionistas de no hacer nada del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien ve al feminismo como su enemigo, niega la alta tasa de feminicidios y recientemente respaldó a Félix Salgado como gobernador del estado de Guerrero. Salgado violó al menos a dos mujeres jóvenes al estilo de Harvey Weinstein. Como feminista, Viridiana Ríos escribió un artículo de opinión para The New York Times: “Soy una mujer mexicana, y concuerdo con el Sr. López Obrador en muchos puntos. Como él, creo que la política depredadora y las elites económicas se han enriquecido a expensas del resto de nosotros. Pero a diferencia del Sr. López Obrador, sé que incluso si la riqueza es redistribuida, el abuso y las inequidades que sufren las mujeres permanecerían. Las mujeres no deberían tolerar esta mentira que el presidente continua adoptando.”

Incluso antes de esto, sabiendo que ya no podían acudir al gobierno en busca de ayuda, las mujeres tomaron el edificio que alberga la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Reemplazaron el nombre del edificio con una pancarta que decía “¡Ocupado! Casa de refugio. Ni Una Menos, México. Bloque negro.” Transformaron el enorme edificio en un refugio para mujeres que huían de la violencia, cubriendo las paredes con los nombres de las víctimas.

En la franja de Gaza, donde la violencia contra las mujeres se está incrementando y 11 mujeres han sido asesinadas desde el comienzo del año, las mujeres crearon cinco campañas en los medios en dos meses destinadas a luchar contra esa violencia. Las mujeres no solamente cuentan sus historias de abuso en línea, acción que por sí misma es ya poderosa y puede avergonzar a un abusador y advertir a otras contra él, sino que van más allá: se contacta al abusador, al igual que a las autoridades legales. Las mujeres son seguidas por el Centro de Asuntos de la Mujer, que les brinda apoyo legal y psicológico.

El 12 de febrero, en Katmandú, Nepal, cientos de mujeres protestaron contra una ley propuesta que exigiría que las mujeres obtengan permiso de sus “familias” (léase “hombres”) para viajar a África o al Medio Oriente. No por casualidad, la manifestación fue parte de una marcha de mujeres contra la violación y otras formas de violencia. La directora ejecutiva de Women Lead Nepal habló a los manifestantes sobre la cosificación de las mujeres: “Lo que es extremadamente peligroso es el proceso de pensamiento que hay detrás. El mismo hecho de que un legislador esté pensando en redactar esta ley que restrinja el movimiento de niñas y mujeres adultas nos dice cuán profundamente arraigada está la mentalidad patriarcal.” Este es sólo un panorama del activismo creativo de las mujeres.

La revuelta de las mujeres es interminable.

Las revueltas alcanzan para una revolución en permanencia Dado que la revuelta es incesante, y dado que la lucha de las mujeres por la libertad plena ha avanzado hasta un punto en el que ahora tenemos grandes organizaciones internacionales, así como continuos levantamientos locales, ¿por qué la violación y la violencia contra las mujeres no sólo persisten sino que parecen empeorar, y ¿cómo podemos cambiar esa realidad?

La historia de las revoluciones apunta a una dirección. Podemos volver atrás a la Comuna de París y ver cómo durante la revuelta la realidad misma fue transformada de tal manera que las mujeres no solamente eran iguales en casi cualquier aspecto de esa revolución, trabajando las barricadas con los hombres, sino que también se transforman aspectos de la sociedad como educación y producción.

Pero no tenemos que ir tan atrás a 1871 por ejemplos. Es el décimo aniversario de la primavera árabe, que nos mostró cómo milenarias relaciones misóginas entre hombres, mujeres y niños pueden cambiar en un instante. Sea Túnez, Egipto, Yemen o Siria, las mujeres se aseguraron de ser oradoras y líderes. Transformaron las relaciones humanas creando unas nuevas en el momento: en el Tahrir Square de Egipto; en el Change Square de Yemen, y saliendo por miles cuando el presidente de Yemen Saleh acusó a las mujeres protestantes de estar en contra del islam. En Siria, a pesar del deseo de Bashar al-Assad de asesinar a miles en las calles, 2,000 mujeres y niños bloquearon los caminos, gritando “No seremos humilladas.”

Democracia real, igualdad y nuevas relaciones humanas fueron creadas en las plazas. Como Salma El tarso, una cineasta egipcia de 33 años, dijo en ese entonces: “Cuando los hombres vieron que las mujeres estaban peleando en el frente, eso cambió su percepción de nosotras y estuvimos todos unidos. Todos éramos egipcios ahora. La visión general de la mujer cambió para muchos. Ni un sólo caso de violencia sexual sucedió durante las protestas ni hasta el último día cuando Mubarak dimitió. Eso es un gran cambio para Egipto.”

Pudiera parecer que en momentos de revolución que estos cambios fundamentales ocurren en un abrir y cerrar de ojos, pero siempre van precedidos por décadas de lucha. Hemos tenido esas décadas, debemos considerar que para cambiar el sexismo sistemático, el racismo y un capitalismo que relega a los trabajadores a la pobreza y la desesperación, una revolución es una necesidad. Nadie sabe mejor que las mujeres que tendría que ser lo que Karl Marx llamó, una “revolución permanente”, porque las mujeres nunca se han liberado solamente en el primer acto de la revolución. La revolución en permanencia debe convertirse en nuestro objetivo.

El Día Internacional de la Mujer de este año demostrará que incluso en medio de una pandemia mortal, las mujeres continuarán profundizando nuestra lucha por la plena libertad y nuevas relaciones humanas.

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