México ante el coronavirus: Las contradicciones del capitalismo, la resistencia del pueblo, ¿y qué más es necesario para ir más allá de este podrido sistema y entrar a una sociedad de comienzos humanos emancipadores?
David Walker
La pandemia del coronavirus (covid-19) se está tragando a México. Estamos en cuarentena. Las calles se están vaciando mientras las camas de hospital se están llenando. La Secretaría de Salud reporta diariamente los datos sobre cómo los ataques del virus están subiendo y subiendo. A la vez, el presidente López Obrador (AMLO) nos asegura una y otra vez que nuestra salud y seguridad son la prioridad de su gobierno; no obstante:
El capitalismo en México, hecho en casa en conjunto con socios extranjeros, continúa luchando por producción y más producción, desarrollo y más desarrollo, incluso poniendo en riesgo la vida misma del pueblo mexicano:
* Decenas de plantas maquiladoras en el norte están funcionando.
* Las minas continúan operando a pesar de haber sido decretadas como negocios no esenciales.
* Los planes para el “Tren Maya” siguen en marcha. Los contratos están hechos y firmados. La construcción ha empezado.
* El corredor transocéanico para el “desarrollo” del Istmo de Tehuantepec continúa siendo planeado.
* La Refinería de Dos Bocas sigue siendo construida.
* El Proyecto Integral Morelos, que resultó en el asesinato de Samir Flores, continúa.
Con la plaga de covid-19, las contradicciones que son la “normalidad” de la vida diaria en México —servicios de salud inadecuados, millones de trabajadores en situaciones precarias sin protección, trabajadore(a)s informales y sus familias viviendo al día, jornalero(a)s sudando diario en los campos por salarios miserables, trabajadora(e)s de la maquila esclavizado(a)s para enriquecer a compañías extranjeras con su fuerza de trabajo, comunidades indígenas en pobreza y amenazadas por el desplazamiento forzado y por pandillas del narcotráfico, mujeres enfréntandose a violencia doméstica y violaciones— se han vuelto tan graves que miles de personas están enfermas y cientos están muriendo. El virus ha expuesto al capitalismo más claramente que nunca por lo que es: un sistema inhumano de explotación y miseria.
La resistencia de varios sectores del pueblo mexicano contra esta continua embestida del capital se ha estado desarrollando:
* Trabajadora(e)s de la maquila a lo largo de nuestra frontera norte se están preguntando por qué tantas fábricas no esenciales continúan operando. Huelgas y protestas han estado teniendo lugar.
* Contra los megaproyectos —el “Tren Maya”, una planta termoeléctrica, la nueva refinería, turbinas eólicas en territorio indígena, etc.— , comunidades y organizaciones indígenas, activistas ambientales y varios movimientos sociales están en resistencia.
* Los pueblos indígenas se están organizando y protegiendo sus comunidades de la amenaza del virus. Aun así, esta bestia que es el capitalismo continúa. Necesitamos preguntarnos:“¿Qué más es necesario?”.
“Los mayas no somos solamente campesinos, o yucatecos, o pobres que necesitan empleos. Somos en primer lugar un pueblo originario, que tenemos derecho a tomar las decisiones en nuestro territorio, que queremos decidir nuestro propio futuro. Todos los proyectos que llegan vienen ya hechos y quieren que digamos solamente que sí o que no, pero no nos permiten participar en la planeación, en la toma de decisiones. Piensan que somos ignorantes y que nuestra palabra no vale.”
(Carta del Chuun T’aan al presidente, junio de 2020)
¿“Nueva normalidad” o nueva sociedad?
Los crímenes del capitalismo, su vil “normalidad”, han sido claramente puestos frente a nosotros por la dura realidad de la pandemia de Covid-19. A la vez, las semillas de la resistencia están viniendo a primer plano. No obstante, incluso con el devastador colapso económico a nivel global —una manifestación más de la no viabilidad del capitalimo— y con la resistencia de varios sectores de nuestra sociedad, estamos todavía encarcelados dentro de este sistema inhumano.
Por supuesto, el poder capitalista en términos de su ejército, su policía y muchas de sus instituciones administrativas (una burocracia usadada a menudo para sostener a aquellos que tienen el control) no es nada trivial. De igual importancia es el poder de su aparato ideológico enraizado en la expresión “No hay alternativa”. No obstante, esto es falsa conciencia, aun cuando nos es metida a la fuerza cada día en una multitud de formas. Podemos desarrollar una manera distinta de vida y trabajo a la que el capitalismo impone sobre nosotros.
Cómo podemos combatir los poderes capitalistas gemelos de fuerza e ideología? Lo(a)s zapatistas están ciertamente en lo correcto al insistir en “organícense, organícense, organícense”. No hay sustituto para la auto-organización en nuestras comunidades, espacios de trabajo, colectivos, escuelas, etc. Ésta es la auténtica alternativa a la organización impuesta por el capitalismo, cuyo único propósito es la explotación de nuestra fuerza de trabajo —la acumulación de ganancias a través de la extracción de plusvalor (horas no pagadas de trabajo)— como algo central para la mercantilización de todo y de todo(a)s. Lo que Marx llamó el “fetichismo de la mercancía” es tanto la explotación de los seres humanos como el saqueo de toda la Tierra. A la vez, es la ideología que nos aprisiona.
Al crear y participar en organizaciones necesitamos preguntarnos: ¿Organizarse, para qué? Sin duda, se trata de organizarse para resistir al capitalismo, para decirle “NO” a este sistema de explotación de clase, racista y sexista. Las formas de resistencia son muchas: huelgas, manifestaciones, marchas, ocupas, bloqueos, etc.
No obstante, necesitamos preguntarnos: ¿Es suficiente con decir “¡No!”? ¿Son suficientes las acciones de resistencia, tan cruciales como son? ¿No requerimos al mismo tiempo de empezar a discutir, a desarrollar, a construir aquello por lo que luchamos? ¿No necesitamos de un “¡SÍ!”, de lo positivo en lo negativo, que vaya junto con el “No”?
Los movimientos desde abajo—de pueblos originarios, de trabajadre(a)s, de mujeres, de jóvenes —son el comienzo de ese “Sí”. Cuando los pueblos indígenas les dicen “No” a los megaproyectos del capitalismo —el “Tren Maya”, la minería en sus territorios, las plantas termoeléctricas, etc.—; cuando la(o)s trabajadora(e)s de la maquila le dicen “No” a laborar bajo condiciones insalubres, mortales, así como a trabajar bajo condiciones explotadoras “normales”; cuando las mujeres dicen “¡Ya basta! No a los feminicidos, a las violaciones, a todas las formas de sexismo”; cuando la(o)s jornalera(o)s paran diciéndole “No a la esclavitud explotadora en los campos”; cuando lo(a)s jóvene(a)s protestan contra un sistema educativo que sólo los prepara para la fábrica y para el desempleo —sobreviviendo en la economía informal, diciéndole “No” a un futuro sin futuro—; cuando TODOS estos movimientos y pueblos le están diciendo explícitamente “NO” al capitalismo, ¿no están también comenzando a plantar implícitamente las semillas de un “SÍ”, un “sí” a una forma humana de vida y trabajo?
¿Cómo podemos tomar lo que está implícito en la resistencia social, en estos movimientos de protesta —el deseo de plena libertad humana— y hacerlo explícito, tan explícito que reconocermos que trabajar en una nueva sociedad humana no es un sueño utópico, sino la tarea del aquí y ahora? ¿Cómo podemos transformar nuestras permanentes resistencia y rebeldía en una revolución permante, abriéndole así las puertas al nacimiento de una nueva sociedad humana?
Ésta no es una cuestión de presentar una “receta” fija para el futuro. En cambio, necesita empezar a sintonizarse con lo que está siendo exigido desde abajo y, al mismo tiempo, ser conscientes de que estas demandas son parte integral de la larga historia de las luchas de los seres humanos por la libertad. Nuestra historia es la de la humanidad luchando por ser libre, por ser el movimiento absoluto del devenir (libres). Somos parte de una lucha permanente por la libertad.
Estas luchas por la libertad no son sólo una cuestión de acción, sino también de pensamiento, del desarrollo de ideas de libertad. Elaborar éstas es el medio por el cual lo que está implícito en nuestras acciones de decir “No” puede recibir una dirección explícita hacia la construcción de una sociedad nueva. Tal como la historia de las acciones de la humanidad, incluyendo rebeliones y revoluciones reales, ha sido una lucha por la libertad, de la misma manera ha habido una historia de desarrollo de ideas de libertad, volviéndose a un mismo tiempo más concretas (reales) y más universales (amplias). Tal desarrollo de ideas emancipadoras ha sido conocido históricamente por el nombre de dialéctica, que es la actividad de los seres humanos luchando por ser libres transformada en método. Ésta es una forma de reconocer que hay un ritmo doble en la lucha: un “No” y un “Sí”, la destrucción de lo viejo no separado de la creación de lo nuevo.
Tal movimiento doble no es una acción única, sino una forma permanente en que la humanidad se acerca a la libertad plena. Ha sido muy concreto en sus demandas —contra laesclavitud, contra la servidumbre, una lucha de clases— y, al mismo tiempo, se ha vuelto más y más universal: los derechos de todos los pueblos, mujeres y no sólo hombres; todos los colores y razas, no sólo blancos; todas las edades y talentos, exigiendo, luchando por obtener su libertad.
La dialéctica revolucionaria es entonces concreta y universal. Estas ideas fueron puestas en términos filosóficos, primero por Hegel en tiempos de la gran Revolución francesa, y después por Marx durante las luchas de clases de sus días. Es importante investigar cómo ambos desarrollaron la dialéctica.
A la vez, la dialéctica es un sujeto vivo. Necesita ser recreada en cada momento histórico. En México vivimos en tal momento. La dialéctica necesita ser la dialéctica que desarrollemos hoy. ¡La “nueva normalidad” no es suficiente! ¡Necesitamos una nueva sociedad basada en la libertad humana en México y el mundo!