En medio de la pandemia en Estados Unidos, explota la revuelta afroamericana
Franklin Dmitryev (De un reporte publicado en www.newsandletters.org el 1 de junio)
La civilización de Estados Unidos nunca deja de ponerse a sí misma en juicio, como se mostró una vez más por la revuelta en Minneapolis que se extendió rápido a todo el país. La vida de George Floyd fue extinguida el 25 de mayo en ocho minutos, continua, inexorablemente, por un policía, Derek Chauvin, escoltado por otros tres policías, en frente de una multitud que le rogaba perdonarle la vida al hombre. Los policías dan tanto por hecho su impunidad que no se sintieron perturbados ni por los testigos ni por un video incriminatorio, y tal como se esperaba, el departamento de policía inmediatamente mintió diciendo que Floyd había muerto de un “problema médico”.
No debe sorprendernos que, al cabo de tres días, las protestas se convirtieron en un levantamiento, quemando una estación de policía. Ya que la privación de vidas afroamericanas a cargo de policías y “justicieros” racistas está tan generalizada, las protestas surgieron inmediatamente en varias ciudades, desde Los Ángeles hasta Nueva York, desde Memphis hasta Portland, Oregon. Para el 31 de mayo, ya se habían extendido a más de 70 ciudades.
Aun en el año de la pandemia, el asesinato tocó otro punto sensible: los afroamericanos están conscientes de que su índice de mortalidad por covid-19, tres veces más alto que el de la gente blanca, es considerado aceptable por los líderes de este país. Están conscientes de que conforman desproporcionadamente la fuerza de trabajo “esencial”: personas cuya labor es exigida, aunque con menos paga, peores prestaciones, menos protección de la infección, y ahora el gobierno está presionando para forzarlas a volver al trabajo sin condiciones de seguridad al hacerlas no elegibles para el seguro de desempleo y otras prestaciones.
Los afroamericanos están conscientes de que conforman también desproporcionadamente la fuerza “inesencial”, en el sentido de que son la parte de la clase trabajadora que se queda sin empleo o sin los medios para subsistir, que no tienen casa y son encarcelados, o que pronto se verán forzados a alguna de estas condiciones. Están conscientes de que esta sociedad institucionalmente racista los predispone a ser más vulnerables a enfermarse de muchas maneras, desde la exposición a la contaminación hasta sus condiciones de vivienda y trabajo, y desde la discriminación en el cuidado de la salud hasta el hecho de que el racismo en sí mismo es una causa de enfermedad.
Revueltas espontáneas en todo el país
Todos podemos ver que las protestas y levantamientos son por la muerte de George Floyd, y al mismo tiempo que van mucho más allá de este asesinato. Los asesinatos por parte de la policía que se han hecho más públicos en años recientes son ya bastante malos; no obstante, son la punta del iceberg de un aparato opresivo que funciona como parte integral de una sociedad explotadora, generalizadamante racista, que se manifiesta en todo, desde las muertes por covid-19 y el acoso dirigido a “gente de color” por supuestas violaciones al uso de máscaras, hasta índices más altos de desempleo, desalojos y enormes tasas de mortalidad de madres afroamericanas. Ésta es la razón por la que las protestas se expandieron rápidamente a cientos de ciudades, e incluso a otros países, y por la que muchas de éstas se convirtieron rápidamente en choques con las odiadas fuerzas policíacas.
La profundidad y extensión de revueltas explosivas espontáneas en todo el país es la expresión de la rabia que se ha estado gestando por los muchos ataques y retrocesos, por la cruel explotación y la vil represión dirigida a las masas afroamericanas de Estados Unidos, a lxs latinxs y gente indocumentada, trabajadores, mujeres, personas LGBTQ (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales y queer), gente con discapacidad y jóvenes. Es el grito de “¡Ya basta!” de personas que rechazan la forma en que son las cosas y exigen un futuro verdaderamente humano para ellas, sus familias, sus comunidades, el planeta. Los continuos asesinatos a cargo de la policía, la pandemia, el lanzamiento de más de 40 millones de personas a las filas del desempleo, la pobreza, la amenaza de quedarse sin hogar, etc. Todos los signos del colapso de esta sociedad han sido leídos y entendidos.
La revuelta afro en la historia de EUA
La memoria histórica del Estados Unidos afroamericano no sólo abarca la opresión sino también la revuelta, desde las rebeliones esclavas previas a la guerra civil hasta las sublevaciones de la década de 1960, desde la rebelión multirracial de Los Ángeles de 1992 y sus ecos en 100 ciudades hasta el levantamiento de Cincinnati de 2001. Más recientemente, después de que el movimiento Black Lives Matter (Las Vidas de los Afroamericanos Importan) surgiera debido al asesinato de Trayvon Martin en Florida, las revueltas en Ferguson, Missouri, y Baltimore fueron desencadenadas por los asesinatos de Eric Garner, Michael Brown y Freddie Gray.
Esto no significa que esta vez se trate de lo mismo. Para empezar, la llegada de Trump a la Casa Blanca promovió enormemente los elementos fascistas, militantemente racistas de la sociedad de Estados Unidos, quienes ahora, con el apoyo de Trump, claman por la sangre de los manifestantes, llamados “mafiosos” y “saqueadores”. Estas inclinaciones fascistas están bien representadas al interior de la policía y las fuerzas armadas.
Nuevo momento de revuelta
Este nuevo momento de rebelión afroamericana y multirracial llega en un tiempo en que los gobernantes en todo el mundo impusieron “encerrones” que, en general, fueron necesarios por su propia negligencia con los sistemas de salud, así como por la falta de preparación dictada por la desesperación del capitalismo en picada por ajustarse el cinturón ante la baja tasa de ganancia. Estos mismos gobernantes han estado explotando la situación para inhibir todo tipo de movimientos libertarios; aunque reaccionarias, las protestas armadas anti-“encerrón” actúan impunemente. Pero la paciencia se está agotando.
No tiene caso esperar un regreso a la normalidad porque no hay tal. Ya estamos en una nueva situación porque la pandemia se entrelazó con una crisis económica tremendamente profunda: una situación muy variable, donde la revuelta de Minneapolis es la parte más nueva de las luchas que están en marcha sobre qué tipo de futuro tendrá el planeta y quién lo determinará.
La revuelta de esta semana surgió con una expectativa total de represión policíaca y con conciencia de los riesgos de la cercanía física durante la pandemia. Si bien no es todavía el comienzo de una revolución, sí revela una vez más a las masas afroamericanas como vanguardia en la transformación revolucionaria de Estados Unidos y es un signo de la profundidad de la pasión por arrancar de raíz esta sociedad racista y explotadora. Lo positivo en esta negación no es fácil de oír, pero es crucial escucharlo y no sólo apoyar la revuelta, dejándola hablar y poniendo de relieve la razón en lo que los gobernantes y los medios retratan como sinrazón, sino dejando a la Idea de la Libertad escucharse a sí misma hablar.
La negación encarnada en la revuelta espontánea es un necesario primer paso. Proceder a la reconstrucción de la sociedad sobre fundamentos verdaderamente humanos requiere de la reunificación de la teoría con la práctica, incluyendo una clarificación no sólo de aquello con lo que las masas en movimiento están en contra, sino de aquello por lo que luchan. De esta forma, la permanencia de la rebelión que las masas afroamericanas han siempre representado en Estados Unidos puede convertirse en la totalidad de la revolución permanente.