Capitalismo y covid-19: Personal de salud, trabajadore(a)s y desempleado(a)s evidencian la crisis
RRC FREDD
Científicos, epidemiólogos y miles de laboratorios farmacéuticos trabajan arduamente para hallar la vacuna contra el coronavirus (covid-19) y seguramente lo conseguirán.
La historia ha demostrado que la ciencia es la base para seguir adelante, como ocurrió con la peste negra (mediados del siglo XIX), la viruela en 1520, la fiebre amarilla (África, 1918), la gripe española (1919), el ebola (1976), la influenza y ahora el covid-19. Sin embargo, es el capitalismo el que está llevando a la tumba a millones de personas desposeídas (pobres, desempleados, enfermos, gente sin seguridad social, campesinos, adultos mayores y mendigos) por considerarlos no rentables, o bien porque son “mano de obra desechable o inútil”.
Del actual sistema económico basado en la codicia, las ganancias y la mercantilización de la vida sólo se puede esperar injusticia social. Es un sistema que ha destruido al “Estado de bienestar” privatizando la salud, la educación, las pensiones y la seguridad social. Es urgente un nuevo sistema con base humanista.
“Trabajamos sin los recursos necesarios”
México es un país tercermundista con gran pobreza y una infraestructura de salud pública insuficiente o destruida por el círculo vicioso del saqueo neoliberal. El sistema de salud se suma a la falta de servicios básicos, acumulación de violencia como feminicidios, crimen organizado, crímenes de defensores ambientales y, de manera primordial, el extractivismo y la imparable industria de la construcción.
Un médico del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en entrevista con Praxis en América Latina, ha expresado que las principales preocupaciones para desarrollar su trabajo son: “Las condiciones precarias e inseguras con las que trabajamos por no contar con el equipo necesario por falta de presupuesto. Nuestros jefes inmediatos nos restringen la libertad de expresión cuando tratamos de quejarnos de los abusos que padecemos, y últimamente también sufrimos ataques de la gente que nos agrede en la calle por temor a contagiarse (de covid-19) o por no estar de acuerdo con el servicio que les brindamos, principalmente con la información del estado de salud de sus familiares”.
“Trabajamos sin contar con los recursos clínicos necesarios. Aportamos de nuestros recursos para autoprotegernos, ya que sufrimos de amenazas de despido si se denuncian abusos en nuestra contra”.
Estas denuncias han obligado a que el Estado, aun sin dejar de ser Estado neoliberal, muestre rasgos de “Estado benefactor” e intente dar atención a la salud pública por ser un derecho social que fue mercantilizado y privatizado en las últimas décadas.
Personal médico de las distintas instituciones públicas ha creado la Unión Nacional de Trabajadores por la Salud de México y, en voz de uno de sus integrantes, se ha expresado que a partir del 25 de mayo de 2020 iniciarán un paro activo sin descuidar la atención de pacientes, y que sus demandas son: 1) Que el personal que atiende a pacientes con covid-19 cuente en su totalidad con la protección necesaria; 2) la sanitización y revisión constante de las áreas de trabajo; 3) protocolos para anfiteatros y tráileres frigoríficos; 4) que se reconozca como riesgo de trabajo, en lugar de la categoría “enfermedad general”, a los casos de personal contagiado que pierde la vida.
Quedarse en casa no da de comer
Es absurdo creer que, a quienes no cuentan con los medios, ni ingreso, ni empleo, les pidan quedarse en casa: “Le tengo miedo al coronavirus, pero más miedo le tengo a que mi familia tenga hambre”, expresó un vendedor ambulante en el llamado Mercado de la Bola en Coyoacán.
Otro caso ocurre con un vendedor de dulces a las afueras de la estación Copilco del metro, quien nos compartió:
“Para poder contar con algo para comer y que mi familia no pase hambre, debo vender dulces a las afueras del metro. Mi labor es oculta, ya que los policías no permiten que ponga un tendido. Tengo a mi esposa, un hijo de dos años y una bebita, además pago la renta de un cuarto, por lo que diariamente tengo que juntar al menos cien pesos para que ellos puedan comer. Si yo como, eso no importa. Algunos días sólo bebo agua de la llave de la esquina”.
En el tianguis dominical de “chácharas” del Mercado de la Bola, el comercio se reanudó el 24 de mayo y los vendedores coincidieron en expresar:
“Ya no podemos quedarnos en casa porque vivo al día y en mi casa no nos llegó ninguna despensa, ni recibimos apoyo del gobierno federal. Tal vez quedarse en casa salve vidas pero no da de comer”.
Sin duda alguna, el confinamiento ha empeorado la vida de millones de mexicanos que viven en la pobreza; ha empeorado la desigualdad social y ya se sabe que, si el hambre no se sacia, genera comportamientos agresivos. De ahí el uso de las fuerzas armadas en el periodo de la pandemia, para generar un clima de miedo.
Pobreza + covid-19 = muerte
Ser pobre y contagiarse de covid-19 es una desgracia, aseguran colonos de Santo Domingo, Coyoacán, quienes al compartirnos los casos de familiares y amigos que han muerto de este virus, expresan:
“Si tenemos seguridad social (IMSS, ISSSTE), te mueres en el hospital y, si no lo tienes, te mueres en tu casa. El pollero no acompletó para la renta de un respirador y, cuando su familia reunió los 5 mil pesos para la renta, justo en el día que llegó el respirador, había muerto”.
“Vivimos una gran injusticia, a los pobres sólo nos dejan morir, no nos dan servicios médicos y, si tenemos a algún fallecido, no lo podemos velar ni sepultar de cuerpo completo. ¿Por qué nos trata así el gobierno?”.
El covid-19 nos hace reflexionar sobre la vida y la muerte. No puede ser que sólo el sistema de salud privado sea el que aumente su tasa de ganancia a costa de la pandemia. Se requiere de un cambio vital, reflexionar sobre el destino de la humanidad.
La solución al estado de pobreza y exclusión del servicio de salud no está en manos de un Estado supeditado al capitalismo, porque a éstos sólo les interesan las privatizaciones y el despojo de la tierra.