Bolivia bajo la extrema derecha. ¿Cómo llegamos a este momento?
De Praxis en América Latina 29, diciembre 2019-enero 2020
Editorial
Esta sociedad no ha renunciado a su derecho, a su memoria, a su autonomía, y al hecho de que lo indio está en cada uno de nosotras […] No vamos a renunciar ni a volver al pasado, a hace 17 años.
—Silvia Rivera Cusicanqui, pensadora, feminista y activista boliviana
Estas palabras de Silvia Rivera Cusicanqui son sin duda también el pensamiento de millones de indígenas bolivianos, quienes habían protestado, marchado, peleado y ganado una lucha en 2003 contra una oligarquía neoliberal “hecha en casa” que había buscado continuar la forma de vida racista, colonial y luego neocolonial que había existido desde la Conquista, una lucha que ha sido librada por siglos.
Hoy, en noviembre de 2019, después de la anulación de una cuestionable elección y de que el presidente Evo Morales y su vicepresidente García Linera están en el exilio; después de que una fanática cristiana, quemadora de banderas wiphala —la bandera de los pueblos aimara y quechua— se ha impuesto a sí misma como presidenta; después de la proclamación de que nunca más se permitirá la entrada de la Pachamama en el Palacio Nacional; después de que la policía y el ejército fueron usados en las calles de El Alto, disparándoles a los manifestantes, y luego aparecieron otra vez armados en los funerales de aquéllos asesinados por orden del gobierno; después de todo esto y más, necesitamos preguntar “¿Cómo llegamos a este momento?”, pero no sólo en el sentido inmediato —si fue un golpe de Estado o no—, sino en la forma señalada por Cusicanqui de no olvidar el significado de los últimos 17 años, y no sólo de los 14 años desde el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales y García Linera.
2000-2005, Bolivia en transformación revolucionaria
La Guerra del Agua en Cochabamba en 2000; las vastas movilizaciones de los aimara en el altiplano en 2000, 2001 y 2003; las acciones de los cocaleros en Chapare entre 2000 y 2003; la primera Guerra del Gas en 2003; las poderosas protestas de los aimaras en El Alto; la segunda Guerra del Gas en 2005; todo esto y más ocurrió en Bolivia en este periodo. Como un observador escribió:
Una y otra vez se originaron explosiones de poder humano creativo que resiste a los poderes dominantes del capital y del Estado: una proyección de formas diferentes de vida y de trabajo que permite una unión de la acción y del pensamiento emancipador de las masas urbanas, los campesinos cultivadores de coca, indígena aimara y quechua —cientos de miles de mujeres, hombres y jóvenes bolivianos (Utopía y dialéctica en la liberación latinoamericana. México: Prometeo Liberado/Juan Pablos, 2014, p. 189).
Una elección presidencial fue llevada a cabo a finales de 2005, con la victoria sin precedentes de un presidente indígena: Evo Morales. Su elección —un resultado abrumador— fue sin lugar a dudas un momento importante, pero como anotó nuestro observador: “[…] el camino electoral cambió fundamentalmente la trayectoria de esta media década profundamente revolucionaria (2000-2005)” [Utopía…, p. 90]. Los explosivos y poderosos sucesos en los años inmediatamente previos a la elección presidencial son la razón por la que Cusicanqui elige poner de relieve 17 años, y no sólo los 14 años de la presidencia de Morales.
Los años de Morales: avances y contradicciones
No puede haber duda de que los años del gobierno de Morales-García Linera significaron importantes cambios en Bolivia: un punto final al abierto racismo de los gobiernos bolivianos anteriores, la redacción de una nueva Constitución, mejoras concretas en la vida de millones de personas. Sin embargo, nada de esto ocurrió sin graves contradicciones.
La primera contradicción entre el gobierno de Morales-García-Linera-MAS y los principios de la transformación revolucionaria que le habían abierto la puerta a la elección de Morales fue la forma en que una nueva Constitución sería creada. De la crucial Guerra del Agua en Cochabamba había surgido el llamado a una asamblea constitucional para escribir una nueva Constitución:
[U]na Asamblea Constituyente, concebida como una instancia de organización política de la sociedad civil, en la que los hombres y las mujeres trabajadoras serían capaces de recuperar la capacidad de deliberar y de intervenir en los asuntos comunes. En este sentido, tal Asamblea no sería entendida como una forma de reorganizar las relaciones del Estado, sino como una manera efectiva de romper la relación del Estado y construir la capacidad de tomar decisiones por parte del público, sobre la base de sus propias prácticas.
Utopía…, p. 196
No obstante, lo que surgió estuvo alejado de la exigencia de los movimientos sociales de una asamblea constituyente. Fue el inicio de una canalización de las demandas populares en políticas de partido, con la escritura de la Constitución y ésta misma convirtiéndose en una herramienta del partidismo encabezado por el mas. Esto “[…] terminó en cuestionables compromisos que le dieron a la derecha neoliberal en el país una voz crítica con posibilidad para debilitar considerablemente la demanda de una Asamblea Constituyente transformadora” (Utopía…, p. 201).
Una segunda contradicción surgió cuando Morales y García Linera, sin previo aviso, publicaron un decreto el 23 de diciembre de 2011 elevando el precio de la gasolina 73% y, el del diésel, 82%. El impacto económico fue inmediato: las tarifas de autobuses y taxis se duplicaron, los precios de la comida se dispararon. La respuesta fue también inmediata: el gasolinazo, una protesta masiva que se extendió desde el altiplano aimara hasta las zonas cocaleras de Chapare, con bloqueos carreteros y otras acciones de protesta colectivas.
En particular en El Alto, donde ciertamente se había apoyado de manera fuerte la elección de Morales, y donde habían estado los grupos de choque para derrocar a un gobierno previo, se desplegaron poderosas protestas. Morales tuvo rápidamente que cancelar el decreto. Óscar Olivera, persona clave en la Guerra del Agua de Cochabamba, observó: “Con el levantamiento de diciembre, las personas recuperaron su voz y su memoria de lucha” (Utopía…, p. 202).
Una tercera contradicción o aguda separación entre el gobierno y las organizaciones sociales desde abajo se centró en el conflicto en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS). No entraremos aquí en esa bien conocida lucha en torno a una carretera propuesta que sería construida a lo largo de esa región amazónica. Lo que reveló fueron dos características fundamentales del gobierno del MAS encabezado por Morales-García Linera: 1) Su inclinación a usar la violencia contra un movimiento de protesta social y a manipular las “consultas”, así como a apoderarse de las organizaciones para imponer su voluntad. Éste no fue un incidente aislado, sino una forma de trabajo a lo largo de los años. 2) El desarrollismo y el estatalismo como fundamento económico de aquéllos en el poder.
El desarrollismo con la dirección de un Estado fuerte ha sido de hecho la marca distintiva del gobierno desde su origen. En Bolivia, éste se convirtió en capitalismo de Estado en colaboración con el neoliberalismo. Su base ideológica ha sido proveída por el concepto de marxismo estatal propuesto por García Linera: un “capitalismo andino-amazónico” con una fuerte presencia del Estado (Véase “El marxismo estatista de García Linera”. Utopía… pp. 419-425).
No seguiremos más aquí éstas y otras contradicciones fundamentales entre el gobierno del MAS y el movimiento popular. Esto no significa que Morales no recibiera apoyo mayoritario durante los primeros 12 años de su gobierno. Lo recibió. Significa, en cambio, que las semillas del rápido colapso de este apoyo fueron plantadas en esos años, y no sólo como “errores políticos”, sino como la cuestionable dirección en que el gobierno deseaba llevar a Bolivia política-económica-socialmente.
Otros han escrito suficiente sobre las manipulaciones que tuvieron lugar para hacer el intento de que Morales tuviera un cuarto periodo electoral como presidente: un referéndum que resultó en su contra, pero que fue ignorado, como lo fueron las advertencias de varias organizaciones que habían apoyado históricamente a Morales de que no debía buscar un nuevo periodo en el gobierno.
Los resultados de la disputada elección mostraron una caída sustancial en el apoyo a Morales. Cuando el conteo de votos fue detenido y luego reiniciado con un resultado cambiado, la insatisfacción se movió hacia las calles. ¿Hubo un golpe de Estado o no? El encabezado de un artículo de Raúl Zibechi captura tal vez de mejor manera lo que ocurrió: “Bolivia: un levantamiento popular aprovechado por la ultraderecha”. Sí, tanto la derecha como el imperialismo han secuestrado y usado la creciente insatisfacción para sus propios propósitos.
Por supuesto, la consolidación en el poder, el racismo y el autoritarismo de aquéllos que tienen ahora el control necesitan ser resistidos. Pero si nos concentramos sólo en los “hechos” o en la “verdad” de octubre y noviembre, llegaremos a lo “seudo concreto” y no comprenderemos la realidad de los últimos 17 años en Bolivia: la realidad de los magníficos movimientos desde abajo y, no obstante, las graves contradicciones impuestas por líderes con una cierta mentalidad/ideología. En sus análisis sobre Bolivia, mucha de la así llamada izquierda ha caído en esta trampa de la así llamada inmediatez de lo seudo concreto.
En agudo contraste con esto, hay importantes fuerzas humanas en Bolivia que, al tiempo que se oponen fuertemente a la amenaza de un fascismo en ciernes, no han rehuido criticar al gobierno de Morales. Entre estas fuerzas se encuentran importantes grupos de mujeres, como el Parlamento de las Mujeres, el cual tuvo lugar durante y después de los más recientes sucesos, y el cual señaló el machismo y el vanguardismo del gobierno de Morales. Se necesita tomar en cuenta a éstas y otras voces.
A la vez, necesitamos preguntar ¿qué se necesita para la construcción de un auténtico movimiento al socialismo y no al callejón sin salida del estatalismo? Para esta importante labor teórico-filosófica en torno a la recreación del marxismo de Marx, su revolución en permanencia para nuestros días es necesaria. Véase nuestro ensayo sobre América Latina.