En el Pedregal de Santo Domingo siempre ha habido desabasto de agua
Esperanza
Mi colonia es una de las más populares en la Ciudad de México, en ella vivimos muchas familias de bajos recursos, todas procedentes de diferentes estados de la República Mexicana. Mis padres fueron de las primeras personas que empezaron a habitar esta nueva colonia, hace más de 45 años. Ellos y los demás colonizadores, llegaron en busca de un lugar para construir un hogar para sus hijos.
En ese entonces, las pequeñas casas en las que habitábamos, eran totalmente construidas de lámina de cartón. Para abastecernos de agua, teníamos que caminar un kilómetro hasta encontrar una llave de agua potable que surtía a toda la población que allí habitaba, hacíamos fila para llenar nuestros botes y cubetas, lo hacíamos varias veces durante el día, hasta llenar los dos tambos que teníamos.
Ahora, lo que veo en la colonia es, que la mayoría de las pequeñas casas que había antes, se han ido convirtiendo en deformes extensiones de cuartos construidos hacia arriba. En muchos hogares no sólo viven los padres y los hijos sino los nietos y los bisnietos.
Ya no hay terrenos para invadir, sólo casas para extender hacia arriba, invadidas por tres generaciones. Ya somos demasiados habitantes en esta colonia y el servicio de agua cada vez es peor e insuficiente, lo máximo que mi familia ha padecido sin agua son tres semanas, pero en otras áreas de la colonia hasta más de un mes.
Por más que llamemos al servicio “gratuito” de pipas surtidoras de agua potable y hagamos la petición para nuestro domicilio siempre nos contestan: “Tiene que esperar porque tengo una lista muy grande en espera, pero ya tengo sus datos”, y la pipa nunca llega, hasta que milagrosamente empieza a salir agua de la llave de nuestro domicilio.
La espera se hace eterna, el agua que está en el tanque de 2500 litros se vuelve sagrada, no es suficiente para satisfacer todas las necesidades de nuestro hogar, sólo agarramos la necesaria para preparar comida, lavar trastes, lavar un poco de ropa y para que los que van a trabajar se bañen.
Cuando llegamos al extremo de quedarnos sin agua, ni siquiera para beber, tenemos que usar el último recurso: comprarla. ¿Qué? ¿No hay agua para la comunidad que paga impuestos, pero sí para las purificadoras que venden el agua? La necesidad es mucha y nuestra economía muy baja, pero al final, terminamos por comprarla.